La agroecologĂ­a

La agroecologĂ­a

La sombra de la reforma agraria

En los Ăşltimos dĂ­as, asistimos de manera constante a la usurpaciĂłn de tierras y a las protestas por el derecho a su posesiĂłn. Aunque sea difĂ­cil de creer son hechos muy relacionados con la agroecologĂ­a y la reforma agraria. La Clotilde consultĂł y accediĂł a referentes muy vinculados en este tema.

Stephen Gliessman, norteamericano y agroecologista, doctorado en ecología vegetal en Santa Bárbara, California (Estados Unidos), se define como un “agricultor a tiempo parcial”; junto con Miguel Altieri, ingeniero agrónomo graduado en Chile, con posgrados en las universidades de Berkeley y California, y residente estadounidense, son quienes más aportaciones teóricas nos han hecho en agroecología.

Los cientĂ­ficos definen a la agroecologĂ­a como una ciencia que busca la aplicaciĂłn de conceptos y principios ecolĂłgicos en los agroecosistemas para lograr la sustentabilidad. Ambos especialistas en el tema concluyen en que los sistemas agroalimentarios sostenibles se basan en principios como el reciclaje de nutrientes, la diversidad, las sinergias o la integraciĂłn.

La agricultura convencional se sustituye por una visión más respetuosa con el entorno, que implica un uso óptimo del agua y la elección de las variedades de plantas idóneas según el territorio. Es decir, que el tratamiento del espacio de cultivo sea considerado un lugar vivo y con valor en sí mismo.

Miguel Altieri afirma: “la agroecología surge como una ciencia de vocación agraria, se trata de un movimiento social. En este sentido, se busca poner en marcha una serie de procesos sociales capaces de crear una simbiosis que logre el desarrollo humano de dogmas a partir del fortalecimiento de la economía local”.  

Ernesto Viglizzo, ingeniero agrónomo argentino y miembro de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria, en una columna en el diario La Nación dijo: “la agroecología no radica en recetas estandarizadas, sino en principios científicos que nos ayudan a interpretar cada problema y a encontrarle una solución técnica”.

La agroecología, asegura Viglizzo: “le sirve tanto a la pequeña agricultura de bajos insumos como a la agricultura de altos insumos de escala comercial. Es sistémica en su esencia y, como tal, no discrimina entre sistemas buenos y malos”.

En un plenario virtual de septiembre del 2020, Viglizzo cita y contradice al ingeniero agrónomo Miguel Altieri expresando: “la agroecología no es un dogma ni método de producción, es una ciencia porque hay varios enfoques y teorías químicas, biológicas y agroecológicas”. Y resalta: “es la buena agronomía”.

 

AgroecologĂ­a con fines polĂ­ticos:

En su columna del diario La NaciĂłn, Ernesto Viglizzo ejemplifica: “a un docente que, a travĂ©s del concepto de “sustentabilidad”, cocina a fuego lento las mentes en las aulas universitarias con una serie de percepciones ideolĂłgicas, en sus exposiciones de agroecologĂ­a mezcla un poco de agronomĂ­a, otro poco de ecologĂ­a y algo de sociologĂ­a. Y luego, a eso le agrega su ideologĂ­a y sus dogmas, entre conceptos de agricultura, lo que es un pequeño menjunje”.

Este ejemplo ocurre en varias universidades de todas las ramas en el conurbano porteño y del país. En consecuencia, captan la atención de jóvenes muy poco informados de la realidad y empiezan a ver al campo y a sus empresarios como los enemigos de la economía capitalista.

Para Viglizzo, los productores, los dueños de tierras y de las maquinarias agrícolas, las multinacionales y los asociados a los distintos universos económicos de libre mercado son vistos como los “malos” entre los estudiantes.

 

El docente partidario del ejemplo citado culpa a la agroecología porque deforestan, contamina el ambiente, emiten gases invernadero, destruyen biodiversidad, erosionan culturas locales y, como resultado de todo esto, subordinan y expulsan al pequeño productor de su tierra. Según Viglizzo: “Son esos malos quienes pagando impuestos le pagan el sueldo al docente y sostienen a la clase política”.

Al estado argentino no le interesa proteger la propiedad privada y, al mismo tiempo, no le interesa actuar para que los ciudadanos no se enfrenten entre sí.   Se está generando una peligrosa tensión social donde todavía el Estado no se ha hecho presente.

Argentina atraviesa, junto con todo el mundo, una profunda crisis económica, social y sanitaria, pero para poder despegar y poner el país de “pie”, como dice el presidente Alberto Fernández, es necesario tener en claro hacia dónde se quiere ir y cuál es el plan para ello, pero es difícil pensar que esto es posible si el Estado no tiene claro qué rol tiene que jugar para sostener el orden.

Con un estado ausente, los oportunistas como Juan Grabois utilizan los conceptos de la agroecología para incentivar la “reforma agraria”. Debemos tener en claro que la agroecología es utilizada, en este caso, para introducir dogmas e ideologías distorsionadas con la realidad.  

 

En un reciente comunicado, la Sociedad Rural Argentina expresó su malestar con: “las usurpaciones y la presencia no justificada de funcionarios del gobierno nacional en la toma de tierras, propiedades y edificios públicos que están proliferando a lo largo del país”.

En un contexto pandémico, que golpea a la economía mundial, donde la tecnología está cambiando el mundo y las relaciones sociales, todavía estar discutiendo el derecho a la propiedad privada, la apertura de escuelas y castigar al que produce, es alejarse del actual “orden mundial” en un anacronismo sin precedentes.  

Sería más interesante que el actual gobierno empezara a buscar una salida inteligente para reactivar nuestra economía en vez de distraer a sus ciudadanos enfrentando al campo con personajes como Juan Grabois, quienes solo quieren enriquecerse ellos mismos sin importarle los demás.   

Sergio Silva Quinteiro

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